La carta particular se erige como testimonio de un estado de lengua y de un espacio variacional en los que poder estudiar rasgos lingüísticos diatópicos, diastráticos y diafásicos. A partir del estudio comparado de 50 misivas datadas entre los siglos XVI y XVII, 25 de ellas de autoría femenina y 25 de autoría masculina, -la mayor parte de ellas de carácter autógrafo-, se han podido establecer rasgos diferenciadores mediados por la variable sexo.