En la última década, la electricidad de origen fotovoltaico ha experimentado un enorme crecimiento a razón de gigavatio por año, demostrando de este modo su potencial para convertirse en una fuente importante de generación eléctrica. Grosso modo, el 85% de la capacidad instalada está basada en células de silicio cristalino, ya que es la tecnología fotovoltaica más desarrollada, con eficiencias de células comerciales alrededor del 17% y que ha demostrado su buen funcionamiento en campo durante más de veinticinco años. Debido a estos altos valores de eficiencia, las células de silicio presentan poco margen de mejora, por lo que a la hora de reducir el precio de la electricidad generada con esta tecnología, sólo se puede optar por intentar reducir sus costes de producción. Por ello, con el fin de lograr el objetivo de que en las próximas décadas la electricidad fotovoltaica suponga un porcentaje significativo del suministro eléctrico (del 25% o superior), las células de lámina delgada y las de concentración competirán con las células de silicio cristalino por lograr los precios de generación eléctrica más bajos.