Nuestra perspectiva teórica, por tanto, se acerca más al concepto de violencia simbólica de Bourdieu, es decir, aquellas formas de violencia ejercidas no sólo a través de la acción física, sino con la imposición de roles sociales, de categorías cognitivas, de estructuras mentales a través de las que se percibe y se piensa el mundo, desde sujetos dominantes hasta sujetos dominados. Se trata, por tanto, de una violencia sutil e invisible, ejercida con el consentimiento inconsciente de quien la padece y que esconde las relaciones de poder subyacentes. El primero es el proceso mediante el cual se produce la reproducción cultural y la naturalización de determinados comportamientos y valores. El segundo es el proceso por el cual las relaciones simbólicas tienen efectos directos sobre el cuerpo de los sujetos sociales. Sólo la educación puede prevenir el sexismo y la violencia machista, pues se trata de abolir el género, y escapar de sus roles y mandatos, los cuales nos autoimponen un confinamiento a nuestra manera de ser, sentir y vivir.