La especificación de la razón como un fenómeno subjetivo no puede agotar, aunque lo pretenda, la definición de la razón, y ello, entre otras cosas, porque se apoya en el presupuesto irracionalista del egoísmo. La adopción de un punto de vista racional exige la incorporación de un punto de vista imparcial y la imparcialidad se alcanza sobre todo en procesos dialógicos de razonamiento. Dado que el aspecto normativo no puede eliminarse en el discurso racional, tampoco puede eludirse la conexión que existe entre racionalidad y moralidad.